miércoles, 13 de abril de 2016

¿Solidaridad?, a veces


No me ha gustado escuchar a empleados religiosos justificar el pago de cuotas de acceso a las catedrales, apelando a la solidaridad para poder pagar la luz del inmueble o por ejemplo los contratos de los operarios de limpian, abren, cierran y realizan labores de mantenimiento diario lo que les suponen, según ellos, unos gastos de cerca de 14.000 euros.
Es bueno abrir un debate para encender alguna luz o apagarla definitivamente: 
en el caso de mantenimiento de edificio y de otros de propiedad de la iglesia católica ya nos solidarizamos, queramos o no, todos los que pagamos IRPF ( los que no tributan en este país u optan por otra fiscalidad no se solidarizan tanto), bien por la casilla de la iglesia, por la casilla de otros fines sociales, y también lo hacemos obligatoriamente con las diferentes partidas presupuestarias que asigna el Estado y las CC.AA entre otros muchos conceptos para la rehabilitación y conservación de inmuebles muchos de ellos declarados BIC (recordemos que la religión católica ha sido la única reconocida y su estado concordado en nuestro país, por lo que sus edificios son los más antiguos y con única presencia desde hace muchos siglos). Todo ello sin contar con los cerca de 11.000 millones de euros anuales que se le asignan a esta confesión de forma directa.

Digo yo que sus gestores podrán ajustar un pelín las cuentas para no tener que pedir más y que el común de los ciudadanos contribuyentes a su sostenimiento disfrutemos de “nuestros” bienes de interés cultural (BIC) sin tener que abrir el monedero de nuevo.

Pero vamos al tema que nos ocupa: la llamada a la solidaridad en estos y otros casos  similares se confunde y funde cual sopa cargadita, con la solidaridad del apadrinamiento a niños en países remotos, la donación de ropa que ya no se necesita para organizaciones o el kilo de arroz y galletas que llevamos al cole coincidiendo con ciertas fechas mas o menos sensibles.

Esta solidaridad de sillón y monedero no tiene nada que ver con la solidaridad efectiva que resultaría de abrir esos inmensos e infrautilizados inmuebles (como las catedrales, palacios arzobispales, seminarios y casas parroquiales…por no hablar de todo tipo de inmuebles que en Toledo suponen casi un 75% del suelo del casco) en los que podrían albergarse las familias que han sido desahuciadas, que huyen de guerras, que necesitan apartarse de sus agresores por todo tipo de violencia. En definitiva que no tienen donde pasar sus días.

En estos casos el resto de ciudadanos y ciudadanas que no simpatizamos con la causa de la evangelización, incluso llevaríamos con alegría la solidaridad que demostramos al no reclamar diversos impuestos de los que está exenta la iglesia tales como sociedades, obras e incluso el IBI de todos y cada uno de los metros que ocupan los bienes inmuebles de la iglesia católica en la mayoría de ciudades y pueblos españoles.

Consideraríamos bien empleado el dinero detraído de nuestros presupuestos ya que revertiría en fines verdaderamente solidarios y demostraría que para ganar el cielo hay que estar mas pegado al suelo.


Y por si fuera poco, incluso estaríamos de acuerdo en algo con el Jefe del Vaticano que ha reclamado desde hace tiempo que cada parroquia acoja a una familia de huye de la guerra.