lunes, 19 de diciembre de 2016

Profesiones y riesgos

Imaginemos que todas las semanas del año, sin faltar una, nos despertáramos con la noticia del asesinato de un futbolista a manos de su entrenador, de un ministro a manos de su subdirector general, de un alcalde a manos de uno de sus concejales, de un maestro a manos del jefe de estudios, de un médico a manos del enfermero con el que pasa consulta habitualmente.

Personas asesinadas sistemáticamente por aquellos que tienen una relación habitual, cercana e incluso de máxima confianza con la víctima.

Ciertamente lo consideraríamos una tragedia escandalosa, incomprensible e incluso el gobierno de turno y la oposición se apresurarían a establecer medidas y legislar para que las relaciones basadas en la confianza de las partes no acabara en asesinato.

Con seguridad se proyectarían y dotarían personal y económicamente estudios a todos los niveles para poder detectar factores de riesgo, analizar causas de tanta vulnerabilidad y agresión e implementar a la mayor urgencia medidas conducentes a acabar con tanta tragedia y violencia, puesto que la alarma social generada crearía en la opinión pública y la ciudadanía un miedo y una ansiedad difíciles de encauzar.

Ahora cambiemos “asesinados” por “asesinadas”, y oficios y profesiones por MUJERES, ya sean trabajadoras, sean estudiantes, paradas…; todas ellas, victimas de una brutal violencia por alguien que es o ha sido de su confianza, que valiéndose de esta relación utiliza su conocimiento e influencia sobre la víctima para acabar con ella.
Pero sorprendentemente no se genera en la opinión pública y en la ciudadanía ninguna alarma, ni miedo, ni ansiedad, o si en algún momento lo hiciera ya han desaparecido.
¿Qué debemos hacer para que gobierno, oposición, sociedad y medios reaccionen?
¿Resaltar sus profesiones? ¿Mostrar fotografías explícitas?
¿Qué movería a los poderes en bloque a tomar inmediatas medidas para acabar con el asesinato sistemático de mujeres? Tristemente la respuesta es: SER HOMBRES

NOS ESTÁN MATANDO, 
¿no hay donde defenderse, no podemos escapar, no hay como ponerle fin?
Los cambios de vida y de ciudad no resultan, las medidas de protección no funcionan. Los asesinos se saltan o sortean órdenes de alejamiento y se sospecha y criminaliza a las víctimas. Las últimas 3 mujeres asesinadas en menos de 48 horas dan la medida de la escasa alarma social que genera el tema, permanecemos adormecidos e inactivos cerrando los ojos a lo que pasa en el portal de nuestro edificio, en la puerta contigua a nuestra casa,y mientras ésto siga así las bajas irán mermando siempre a la misma parte de la sociedad.