sábado, 18 de marzo de 2017

Todos menos yo

De un tiempo a esta parte cada vez que encaramos un problema, un escándalo o una discusión surge el tan recurrente “todos los políticos son iguales” y “se lo vienen a llevar crudo”.

Pues amigos y amigas siento tener que comunicar que los políticos y políticas son un reflejo de nuestra sociedad, son un reflejo de nosotros y nosotras, de nuestras carencias y nuestras desidias, de nuestras virtudes y nuestros anhelos, son un reflejo bastante fiel de todo lo que vivimos en el día a día.
Porque si votamos a una determinada lista y programa estamos confirmando sus propuestas y a los que las van a defender en las instituciones.
Si nos abstenemos y nos quedamos en casa, estamos impregnando con nuestra desidia la actividad de las instituciones, estamos dejando claro lo que nos importa la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas. Poco o nada.
Estamos dejando en manos de otros los presupuestos, la educación, la sanidad, los recortes y la representación paritaria.

¿Y porque ando hablando de la moral colectiva con la que está cayendo?
Los medios nos han machacado con la noticia de la despedida de un funcionario (que se jubilaba para unos y que se trasladaba para otros) en la sede del ayuntamiento del Alcalá organizada por sus compañeros de despacho, con bebida, comida y amenizada (como no podía ser de otra manera) por una stripper.
Los colegas y compañeros pensaron que solo se puede despedir a un hombre por todo lo alto, si una mujer desnuda baila para ellos y encima hacerlo a bajo coste utilizando las dependencias municipales.
¡Negocio redondo tías, bebida, comida y a bajo coste!

Tenemos en tan alto valor nuestra moral y nuestras costumbres individuales que no nos paramos a repensar lo que significa utilizar las dependencias oficiales para fines privados en horario laboral y con el agravante de elevar a la categoría de regalo un espectáculo bochornoso que utiliza el cuerpo de la mujer como una cosa comprada y pagada para su inmediato consumo.
El jubilado, sus acompañantes, los trabajadores que se unieron al homenaje, (todo muy presuntamente, hasta que acabe la investigación) no se plantearon en ningún momento que lo que hacían no era correcto, no dudaron, no pensaron, no tuvieron un resquicio por el que se colara que utilizar las dependencias, la excusa del homenaje y el regalo humano pudieran no atenerse a lo correcto, pudieran ser objeto de crítica o pudieran incurrir en delito. Todos y cada uno de los que hemos visto el vídeo, somos también responsables de esa laxitud cívica y moral que nos hace ver la falta en los demás pero nos impide pararnos a pensar y reconocer como algo propio toda esa infantilidad y falta de compromiso que preside las relaciones laborales, sociales, políticas y por supuesto humanas que cosifica y reduce a las mujeres a meros objetos complacientes, pero que hace de los hombres una jauría al grito de “que se quite la blusa y nos enseñe las tetas”.


No seremos conscientes de nuestros actos individuales y colectivos, hasta que no veamos claro que somos totalmente responsables de poner en ciertas manos por acción u omisión algo tan “pequeño” como el gobierno del país