Imaginemos que todas las semanas del año, sin faltar una,
nos despertáramos con la noticia del asesinato de un futbolista a manos de su
entrenador, de un ministro a manos de su subdirector general, de un alcalde a
manos de uno de sus concejales, de un maestro a manos del jefe de estudios, de
un médico a manos del enfermero con el que pasa consulta habitualmente.
Personas asesinadas sistemáticamente por aquellos que tienen
una relación habitual, cercana e incluso de máxima confianza con la víctima.
Ciertamente lo consideraríamos una tragedia escandalosa,
incomprensible e incluso el gobierno de turno y la oposición se apresurarían a
establecer medidas y legislar para que las relaciones basadas en la confianza
de las partes no acabara en asesinato.
Con seguridad se proyectarían y dotarían personal y
económicamente estudios a todos los niveles para poder detectar factores de
riesgo, analizar causas de tanta vulnerabilidad y agresión e implementar a la
mayor urgencia medidas conducentes a acabar con tanta tragedia y violencia,
puesto que la alarma social generada crearía en la opinión pública y la
ciudadanía un miedo y una ansiedad difíciles de encauzar.
Ahora cambiemos “asesinados” por “asesinadas”, y oficios y
profesiones por MUJERES, ya sean trabajadoras, sean estudiantes,
paradas…; todas ellas, victimas de una brutal violencia por alguien que es o ha
sido de su confianza, que valiéndose de esta relación utiliza su conocimiento e
influencia sobre la víctima para acabar con ella.
Pero sorprendentemente no se genera en la opinión pública y en
la ciudadanía ninguna alarma, ni miedo, ni ansiedad, o si en algún momento lo
hiciera ya han desaparecido.
¿Qué debemos hacer para que gobierno, oposición, sociedad y
medios reaccionen?
¿Resaltar sus profesiones? ¿Mostrar fotografías explícitas?
¿Qué movería a los poderes en bloque a tomar inmediatas
medidas para acabar con el asesinato sistemático de mujeres? Tristemente la
respuesta es: SER HOMBRES
NOS ESTÁN MATANDO,
¿no hay donde defenderse, no podemos
escapar, no hay como ponerle fin?
Los cambios de vida y de ciudad no resultan, las medidas de
protección no funcionan. Los asesinos se saltan o sortean órdenes de
alejamiento y se sospecha y criminaliza a las víctimas. Las últimas 3 mujeres
asesinadas en menos de 48 horas dan la medida de la escasa alarma social que
genera el tema, permanecemos adormecidos e inactivos cerrando los ojos a lo que
pasa en el portal de nuestro edificio, en la puerta contigua a nuestra casa,y mientras ésto siga así las bajas irán mermando siempre a la misma parte de la sociedad.